Via NPA
En Fort-de-France, la capital de Martinica, entre 10.000 y 15.000 manifestantes se movilizaron la mañana del sábado 27 de febrero ante la convocatoria de “Lyannaj pou Dépolyé Matinik” (colectivo para limpiar Martinica de la clordecona y otros pesticidas).
Lyannaj pou Dépolyé Matinik lleva tres años coordinando tenazmente la lucha contra la contaminación por plaguicidas y exige que se condene a los culpables (poderosos Béké, descendientes blancos de los primeros colonizadores) agricultores, importadores y políticos que les permitieron romper las reglas.
Movilización amplia
Lyannaj logró reunir para este gran encuentro a casi cuarenta organizaciones sindicales, ecologistas, feministas y culturales, sin olvidar la llegada espontánea de artistas e incluso agentes pastorales cristianos que de buen grado llamaron a participar en el encuentro. Casi todos los partidos políticos de izquierda, a pesar de algunas reticencias por parte de algunos, finalmente se han sumado a la iniciativa.
La iniciativa también fue impulsada por un colectivo muy dinámico en Guadalupe, que al mismo tiempo realizó una protesta en la comuna de Capesterre Belle-Eau, y por un colectivo en París que convocó a una reunión de más de 800 antillanos. También hay que decir que, en Fort-de-France, todas aquellas personas alrededor de la manifestación que en las aceras estaban señalando que se identificaban con los reclamos adelantados. Es evidente que una parte muy significativa de la población aprovechó el llamamiento unitario de unas cuarenta organizaciones para manifestar su rechazo a la impunidad que se proyecta otorgar a los contaminadores.
¡Jijé yo! Konané yo!
“¡Justicia contra ellos! ¡Condenas sobre ellos!” Ese fue el grito masivo de ese día. El pueblo, tanto jóvenes como mayores, mostró entusiasmo por enfrentar el desprecio de los dominantes y su estado. El pueblo parecía decir que no quería que el 27 de febrero fuera un mero susto ceremonial, sino el primer paso de una nueva fase de movilización. Tanto el Estado como sus fiscales y jueces deben entender que ya no pasarán los quince años de silencio judicial. Se acabó la paciencia.
El pueblo está haciendo justicia con quienes durante décadas lideraron la lucha en condiciones difíciles. El pueblo saluda a quienes han trabajado para reunir y acompañar a los trabajadores agrícolas en su lucha por defender sus derechos. El pueblo se une para exigir justicia, respeto y reparación, pues hay demasiados responsables de esta situación para que no haya culpables: son los capitalistas bananeros Békés, el estado que los apoya y un cierto número de parlamentares electos que son cómplices. Ellos son los que importaron de Estados Unidos un producto conocido por su toxicidad. Compraron la patente para producirla, la vendieron. Fueron ellos quienes lo produjeron en Francia y Brasil, fueron quienes lo produjeron, fueron quienes lo comercializaron y lo utilizaron.
Fueron ellos los que obligaron a los trabajadores a difundir el producto con desprecio por su salud y su vida. Fueron ellos que pidieron la autorización de comercialización y fueron ellos que la dieron. Son ellos los que pidieron una exención cuando se impuso la prohibición en Francia y los que la dieron, los que la almacenaron y utilizaron pese al final de la exención. Fueron ellos que se lo dieron a sus trabajadores para que lo usaran en sus propios jardines. Estos son los que exigieron que los pequeños plantadores esparcieran clordecona para beneficiarse de los subsidios.
Todos estos delincuentes, todos estos criminales deben ser juzgados y condenados. Los contaminadores deben pagar.
¡Debe haber reparaciones! Las ganancias acumuladas deben usarse para reparar el daño del que son responsables. No a la prescripción para nuestro cáncer de próstata, endometriosis y todas las demás enfermedades causadas por la clordecona.
No a la prescripción para los delitos de envenenamiento. No al intento de justificar la prescripción legal. No al maltrato policial a nuestros compañeros de lucha, no a la represión contra activistas que son procesados cuando nadie molesta a los envenenadores. Para la reparación de los crímenes cometidos y que la condena de los responsables sea acompañada de transformaciones fundamentales en la agricultura, en la economía, en la salud, en la sociedad. No al plan Clordecona IV, que perpetúa la inanidad de los tres planes anteriores. Que el Estado que reconoció su responsabilidad indemnice sus delitos.
Por una agricultura sana y nutritiva regional.
Por una pesca que satisfaga nuestras necesidades.
Por una salud basada, sobre todo, en la prevención y el cuidado, utilizando todo el potencial de nuestro país.
Nota sobre el producto
La clordecona se utilizó en la década de 1970 para combatir las plagas en los bananos. Aunque el uso está prohibido en los Estados Unidos desde 1976, en Martinica se toleró hasta 1993 y continuó clandestinamente después de esa fecha. Su uso por los productores de banano durante más de 20 años ha provocado una grave contaminación de suelos, ríos y plataformas continentales en Martinica y Guadalupe.