La liberación de las patentes de vacunas y la disputa internacional por la vida
La pandemia está explicando el funcionamiento del imperialismo y la lógica de la explotación internacional entre los países centrales y periféricos.
En uno de los peores momentos de la pandemia en Brasil, con más de 4000 muertes diarias, el instituto Butantan suspendió la producción de Coronavac, por falta de insumos disponibles. Con una buena parte de la población de 60 años o más todavía sin vacunar y una pequeña minoría de brasileños que tuvo acceso a ambas dosis, la vacunación está suspendida en varias capitales debido a la falta de vacunas disponibles. Mientras tanto, en Estados Unidos, con la vacuna ya disponible para toda la población adulta, comienza un debate sobre la posibilidad de vacunar a niños de 12 a 15 años, con una solicitud de la Pfizer a la agencia de seguridad nacional estadounidense. A nivel mundial, más de la mitad del stock de vacunas ha sido comprado por países ricos, algunos de los cuales ya tienen más vacunas de las necesarias para inmunizar a toda su población.
La pandemia está explicando el funcionamiento del imperialismo y la lógica de la explotación internacional entre los países centrales y periféricos. Las desigualdades son alarmantes, ya que varios países subdesarrollados tienen la previsión del final de la vacunación solo en 2024, mientras que el ritmo acelerado en Estados Unidos y Europa puede garantizar una población completamente vacunada a finales de este año. Se naturaliza una perspectiva capitalista de que ciertas vidas valen, y mucho, más que otras.
En este sentido, se ha organizado un importante debate a nivel internacional. En la Organización Mundial del Comercio, India y Sudáfrica propusieron suspender los derechos de patente de las vacunas durante el período pandémico. Es decir, una liberación de patentes que garantizaría la posibilidad de una producción más barata por parte de los propios países subdesarrollados sin depender de las grandes empresas privadas que han producido y lucrado con la vacunación.
Esta medida fue apoyada por la gran mayoría de países subdesarrollados, además de China y Rusia, totalizando 99 estados. Sin embargo, fue combatida por Estados Unidos, por buena parte de las naciones europeas y, en contradicción con la mayor parte de América Latina, por Brasil. El gobierno de Bolsonaro, por lo tanto, si bien lidera el país con mayor número de muertes diarias del mundo, se opone a una medida apoyada por la mayor parte del tercer mundo y que tendría al pueblo brasileño como uno de los mayores beneficiarios.
La razón es simple, Bolsonaro hace un gesto a Estados Unidos y a las multimillonarias empresas privadas de salud y a nivel nacional ya fortalece una propuesta de que hay una línea alternativa de vacunación en el país, creada por los grandes consorcios de salud, que vacunarían a los más ricos. En un momento en que los brasileños son las personas más afectadas por la pandemia, especialmente los más pobres, tanto en número de muertes como en la falta de alimentos en las mesas y que el país triplicó su población por debajo de la línea de pobreza, el Gobierno Federal niega un movimiento que podría ayudar a acelerar el programa de vacunación. Va en contra de la mayoría de los gobiernos de países en situación similar y de organizaciones internacionales de salud social, como Médicos Sin Fronteras.
En cambio, el país decidió respaldar una resolución de la llamada «tercera vía» en la OMC: un foro para que los países que desarrollan vacunas analicen mejores formas de distribuir vacunas, una medida que probablemente sería insuficiente para cambiar el status quo de producción, ya que estos países en su mayoría seguirían siendo países ricos y no tendrían obligación de seguir ninguna de las medidas discutidas en este foro.
El riesgo de mantener la situación actual es enorme. Y no solo para Brasil. Las nuevas variantes que se están produciendo en el país ya han amenazado a otros países de América Latina, como Paraguay, y pueden expandirse y permitir variantes que no sean resueltas por las vacunas actuales. Es decir, en ese momento, se deben tomar con urgencia todas las medidas que permitan una mejor distribución y producción en los países subdesarrollados. No es el lucro de algunas empresas millonarias lo que debe impedir la producción masiva de vacunas. La lucha por la ruptura de patentes y la construcción de campañas internacionales que presionen en esta dirección será una disputa fundamental en el próximo período en defensa de la vida.
Por eso, es necesaria una amplia campaña internacional en defensa de la liberación de patentes, que refuerce la propuesta de India y Sudáfrica en la OMC, pero que busque que esta medida sea adoptada ahora por los diferentes países. En Brasil, el proyecto de ley de ruptura de patentes se ha postergado por opción del Gobierno. El papel de los movimientos sociales, partidos de izquierda, comunidades académicas, entre tantos otros actores sociales debe ser derrotar esta absurda posición de Bolsonaro, hacer que Brasil apruebe la ruptura y la defienda internacionalmente. La solidaridad internacional, especialmente dentro de los países ricos que se opusieron a esta medida, también será fundamental, y esta defensa internacional, con la presión directa de diferentes gobiernos, será necesaria para esta disputa. ¡Más que nunca debemos defender que la vida está por encima de las ganancias!
Theo Louzada es estudiante de Derecho (UFRJ)