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Via La Joven Cuba

Leonardo Romero Negrín, estudiante de Física de la Universidad de La Habana, fue detenido en las manifestaciones del 30 de abril en Obispo por portar un cartel que decía «Socialismo sí, represión no». En los sucesos del 11 de julio fue apresado nuevamente por ser un simple espectador circunstancial que le preguntó a la policía por qué reprimían brutalmente a su amigo y estudiante Marcos Antonio Pérez Fernández, menor de edad. Actualmente se encuentra preso y se conoce muy poco de su situación

A Leo le pueden quebrar las costillas pero no la revolución. A Leo le pueden dar con un palo por las piernas pero no será menos pacifista, ni dejará de pensar en un país donde todos trabajemos en un huerto y los viejitos no vivan solos y los niños no sean decepcionados. A Leo lo pueden meter en el calabozo más oscuro, en la celda más negra, pero no va dejar de ser «el físico», «el mago Leo de los niños», el maestro Leo que hace levitar bolsas de té.

Hoy en la prisión, después de ser maltratada por un oficial, de no poder verle ni tener noticias suyas, vi a un adolescente en una torre cuidando el patio del centro penitenciario. Le grité desde afuera que si veía a Leonardo Romero Negrín, el físico, le dijera que su madre y yo estábamos ahí y que iba a salir.

Pensé en los cuentos que Leo me ha hecho sobre lo importante que fue en su vida pasar el servicio militar en una prisión. Sobre cuánto aprendió en esas guardias interminables pescando caballos con zanahorias y pensando en «la tarde que a la tarde mira», siendo la parte más consciente del crepúsculo, pensando en un mejor país.

En el servicio militar Leo fue libre, me lo confesó mil veces. Libre de pensarlo todo en los ratos en que los humanos somos más creativos, esos momentos en que el tedio de no planear ni decidir nos arrastra. Siempre dijo que esta sociedad acelerada y poblada de interacciones y tecnología no deja mirar a las estrellas y que solo así los humanos descubrieron los misterios de su existencia.

Ese oficio de astrónomo, de lector empedernido y analógico, hizo parir en la cabeza de Leo los pensamientos más esclarecedores en materia de política que haya escuchado en mi vida. Anoche descubrí en su cama tres libros: uno sobre Martí y la fundación del Partido Revolucionario Cubano, otro sobre Filosofía Marxista y otro sobre el discurso de Fidel «Palabras a los intelectuales».

Anoche supe por alguien que lo vio en la prisión, que no le han quebrado el espíritu y que allí dentro insiste en un país socialista. «Seguro ya creó una escuela marxista en la prisión», comenté a quién me contaba sobre él y la respuesta fue: «¿Cómo sabes eso?».

Leo no ha dejado de ser comunista. Muchos se preguntan cómo un joven, después de haber sufrido tanta violencia, continúa creyendo que el socialismo es la vía para Cuba, persiste en defender un proyecto «con todos y para el bien de todos». Yo ni siquiera me lo cuestiono, comprendo que ahora más que nunca Leo entiende la necesidad de la verdadera revolución. A Leonardo Romero Negrín la historia le acaba de dar la razón.

Pocos entendieron el cartel que sacó ese negro 30 de abril en Obispo. «Socialismo sí, represión no», fueron las palabras escritas por las que lo privaron de su libertad la primera vez. Leo le dijo ese día a los manifestantes que el socialismo es la vía para Cuba, que la injerencia extranjera y el capitalismo son el cáncer que amenazaba con aniquilar a un pueblo, que el bloqueo es real y es violatorio, pero que el gobierno debe revisar su accionar político porque la represión por motivos ideológicos, sea policial o simbólica, no es la salida.

Leo se puso en medio de ambos bandos para que esa batalla de odio se librara en territorio de su cuerpo y no dañara a más hermanos suyos. Leo alertó a este gobierno sin dejar de apostar por el estado socialista y lo hicieron pagar, y no lo escucharon. 

Hoy su consigna es un espejo en el que Cuba debe mirarse para vendar las heridas del odio. Cuba debería sanar también las heridas del territorio que fue invadido ese 30 de abril, territorio preso nuevamente. Un cuerpo de joven que sufre por un país se pudre en una prisión y nosotros salimos al trabajo en esta mañana, sin pensar que a cada minuto que pasa somos asediados también por el odio y la presión de escoger un bando.

Yo seguiré luchando por abrazar a Leonardo Romero Negrín, todos sus amigos lo haremos, todos los seres que su alma ha tocado. Yo sé que él lo sabe y sonríe. Leo no sufre. Su madre está bien y su patria también lo estará.

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