Rusia tiene un nuevo movimiento socialista
Via Viento Sur
Las elecciones parlamentarias celebradas en Rusia entre el 17 y el 19 de septiembre terminaron con otra victoria nominal de Rusia Unida, partido del presidente Vladimir Putin. Sin embargo, todos miran el crecimiento del Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF), que quedó en segundo lugar con el 19% de los votos.
A pesar del fraude que suelen promover los aliados de Putin, el KPRF se las arregló para seducir a un electorado nuevo, compuesto sobre todo jóvenes de las grandes ciudades que encuentran en el partido la única chance de criticar el orden existente. El programa oficial del KPRF es una mezcla de estalinismo, nacionalismo y paternalismo socialdemócrata. Sin embargo, durante los últimos años, emergió una generación de nuevos dirigentes regionales que está orientando la organización hacia la defensa de los derechos democráticos, la igualdad social y la ecología.
En este sentido, uno de los rasgos más interesantes de las elecciones fue la campaña de Mikhail Lobanov, profesor de matemáticas de 37 años de la Universidad Estatal de Moscú. Si bien Mikhail fue nominado por el KPRF, se candidateó como un socialista democrático independiente. El oficialismo manipuló el conteo de los votos para impedir que ingresara al parlamento, pero Lobanov venció al candidato de Rusia Unida por más de 10 000 votos (un margen del 12%).
Esa gran victoria de la izquierda radical muestra que el descontento popular encuentra medios de manifestarse incluso en las difíciles condiciones políticas de la Rusia actual. Cabe notar también que la candidatura de Lobanov logró que algunos activistas del Movimiento Socialista Ruso y otros grupos de izquierda radical, tradicionalmente críticos del KPRF, participaran de la campaña.
Ilya Budraitskis, moscovita y analista político de izquierda, conversó con Lobanov sobre los resultados.
Ilya Budraitskis: Empecemos por tu experiencia política y tus antecedentes.
Mikhail Lobanov: Cuando iba a la escuela, me encantaba leer libros de historia —novelas históricas, en realidad— y libros de ciencia. Luego decidí estudiar matemáticas en la universidad y pasaba mucho tiempo en librerías y en bibliotecas leyendo ficción, hasta que un día decidí empezar a leer a Marx, a Lenin y a Trotski. Por ejemplo, en la biblioteca de la Universidad Estatal de Moscú [UEM] pude leer por primera vez La revolución traicionada. En 2006 participé en un seminario sobre marxismo organizado por militantes de Vpered [«Adelante», sección rusa de la Cuarta Internacional]. Durante el año siguiente, me uní a ellos en muchas manifestaciones contra la mercantilización de la educación y en defensa de los derechos de los trabajadores. Hacíamos las reuniones del partido en la Confederación del Trabajo de Rusia y fue así como conocí a los sindicatos independientes de Rusia.
IB: ¿Cómo llegó a formarse un grupo militante en la UEM?
ML: Estábamos buscando formas de intervenir. En 2009 la gestión quiso endurecer las reglas de acceso a las residencias universitarias. Entonces empezamos una campaña de protesta, recolectamos 1700 firmas y logramos que se diera marcha atrás con la medida. El saldo de esas tres semanas de campaña fue un núcleo de militantes universitarios. Éramos más o menos treinta. Tratábamos problemas cotidianos, pero era obvio que no era suficiente para elevar el nivel político de la organización.
Entonces empezamos a colaborar con la rama universitaria del Partido Comunista, que organizaba tanto a docentes como a estudiantes. En 2011, la gestión decidió endurecer las reglas de las residencias de nuevo y logramos organizar una campaña muy grande y exitosa. Se unieron cientos de personas y crecimos como núcleo militante. Fue la época de las grandes protestas contra el fraude electoral de Rusia Unida y Vladimir Putin en las elecciones de la Duma [parlamento]. En la universidad eso llevó a una lucha entre nuestro Grupo Iniciativa y los consejeros estudiantiles de la UEM, vinculados al partido gobernante.
También actuamos como observadores independientes en las elecciones parlamentarias y nos movilizamos a los locales de votación de la UEM, a pesar de la reacción del personal administrativo.
Luego participamos de las protestas de 2011-2012 en Moscú y muchos estudiantes, que no estaban dispuestos a unirse a ninguna fuerza política particular, marchaban con nosotros.
La experiencia llevó, entre otras cosas, a que la Confederación del Trabajo planteara la creación del sindicato de Solidaridad Universitaria. A través del sindicato empezamos a organizar a estudiantes y docentes de otras universidades. También participamos activamente de las campañas para conservar los parques alrededor de los edificios de la UEM, que sufren el asedio constante de los desarrolladores inmobiliarios. Eso nos llevó a ponernos en contacto con los concejales y con los vecinos que se organizaban alrededor de cuestiones vinculadas a la vida cotidiana en los barrios aledaños. Empezamos a hacer eventos en conjunto, sobre todo en la zona de Ramenki. Por esas actividades, las autoridades intentaron expulsarme de la universidad dos veces, una en 2013 y otra en 2018.
IB: ¿Qué te llevó a postularte a las elecciones este año?
ML: Durante esos 10 o 15 años empecé a generar una red bastante grande de contactos, especialmente vinculados a la rama universitaria del KPRF. Muchas veces me invitaron a representar al partido en las elecciones locales. Siempre me negué, pues se alejaba mucho de mi propia agenda, más vinculada a la educación superior, es decir, a las leyes federales y al presupuesto nacional.
En 2020 los miembros universitarios del KPRF me hicieron saber que estaban dispuestos a ofrecerme una candidatura a la Duma estatal. Entonces pensé que si movilizaba mis contactos del distrito de la UEM tenía chances de ganar. Sentía que la campaña sería capaz de generar mucho entusiasmo. Pero, a diferencia de todo lo que habíamos hecho antes, no teníamos mucha idea de los métodos ni de las acciones específicas que requerían unas elecciones de ese tipo. Como sea, mi intuición me decía que la cosa podía funcionar, así que decidí intentarlo.
Durante unos meses tuvimos discusiones y debates sobre los primeros pasos a seguir. Hay que decir que hay muy poca gente con experiencia electoral en la izquierda. El KPRF tiene esa experiencia, pero es una organización muy especial. Por ejemplo, no busca financiamiento en sus simpatizantes, sino que se apoya exclusivamente en los fondos del partido y ocasionalmente recibe algunas donaciones. Nosotros comprendimos que teníamos que actuar distinto.
IB: ¿Cómo es la composición de tu electorado?
ML: Rusia está dividida en 255 distritos con un promedio de 500 000 votantes cada uno. Nuestro distrito está situado en la zona oeste de Moscú. El KPRF había hecho buenas elecciones en ese distrito, que es bastante combativo y tiene un historial de protestas interesante. Sin embargo, los liberales de Yabloko también tienen bastante fuerza y pusieron a un candidato muy competitivo.
En el distrito hay una universidad, así que es fácil suponer —por pura estadística— que hay mayor concentración de graduados y de empleados de la UEM que en Moscú. Teníamos la sensación de que la UEM imprimía un sello propio en todo el distrito electoral. Como soy matemático y no político, supuse que eso podía andar bien.
Creo que recién en febrero nos enteramos de quién sería nuestro rival. Se supo entonces que Rusia Unida llevaría como candidato a Yevgeny Popov, presentador de la televisión rusa. Es un propagandista que promociona las posiciones del Kremlin sobre la hostilidad de los países occidentales y la terrible Ucrania, desviando la atención de los problemas internos hacia el conflicto internacional y exacerbando el odio entre distintos países. Es un tipo arrogante, pero la cuestión es que a mucha gente le simpatiza.
IB: ¿Cómo organizaron la campaña? ¿Hasta qué punto fue obra del KPRF?
ML: Sorprendentemente, el KPRF no ejerció prácticamente ningún control político: redactamos nuestro propio programa, sin consultar al partido. El KPRF nos garantizó solo el 15% del presupuesto de campaña. Organizaron actividades de formación y reuniones entre candidatos donde nos brindaron muchas herramientas útiles para la campaña. Pero, por ejemplo, a pesar de que ellos no nos iban a dar mucho dinero, nos dijeron que no utilizáramos métodos de crowdfunding. Nosotros no aceptamos esa recomendación y terminamos juntando cerca de 6 millones de rublos (más de 80 000 dólares) durante la campaña. Por supuesto, comparada con los gastos de Rusia Unida o de la oposición liberal, la suma es insignificante. Lo más importante fue la motivación política: la mayoría de los militantes tenía posiciones socialistas y todos tenían expectativas de derrotar a Rusia Unida. Así logramos que más de 200 militantes participaran en la campaña.
IB: Hablemos de la agenda que plantearon.
ML: Nuestra consigna principal fue «El futuro es para todos, no solo para los elegidos». En Rusia, un pequeño grupo de gente monopoliza todos los recursos económicos y políticos y construyen el futuro a su medida. Nosotros queremos redistribuir los ingresos y el poder político. Alrededor de esa idea central, elaboramos una serie de demandas más específicas, vinculadas a problemas locales y nacionales. Algunos puntos importantes fueron la lucha contra la mercantilización en Moscú, la obligatoriedad de reciclar la basura, la protección contra el cierre de escuelas y hospitales y, por supuesto, los derechos laborales y la necesidad de contar con sindicatos más fuertes.
Esa es la agenda con la que fuimos al electorado y aparentemente logramos construir una buena imagen del candidato y del equipo, que trabajó con mucho entusiasmo para convencer a todo el mundo, juntar recursos, organizarse y abordar muchos problemas al mismo tiempo. La campaña logró sintonizar con la gente. Un candidato universitario, un matemático sin mucha experiencia previa en política, que hablaba de sindicatos y defendía los espacios verdes… A la gente le gustó, pero también enfrentamos un dilema: en Rusia muchos ciudadanos utilizan el voto como una medida de protesta contra las autoridades. En ese sentido, piensan que es importante que gane un candidato de la oposición, independientemente de su ideología. Como en mi distrito se presentaba un candidato liberal con muchos recursos, mucha gente esperó hasta último momento para decidir su voto en términos pragmáticos.
IB: ¿Cuál fue el resultado?
ML: Le ganamos al candidato de Rusia Unida por más de un tercio de los votos. Hicieron una campaña muy cara, pegaron carteles en todas partes y contaron con el apoyo del gobierno local. Aun así, ganamos cómodos. Pero toda la situación cambió al día siguiente cuando se conocieron los resultados del voto electrónico.
IB: En términos concretos, ¿cuántos votos obtuviste en los locales de votación y cuántos mediante voto electrónico?
ML: Obtuve 46 000 votos en los locales y 20 000 electrónicos. Popov el propagandista obtuvo entre 34 y 35 000 en los locales y 45 o 46 000 electrónicos. Pero no confiamos en los resultados del voto electrónico: está claro que fueron manipulados para beneficiar a las autoridades.
IB: Contaste con el apoyo de «Smart Voting», la convocatoria al voto táctico contra Putin que promueven los partidarios de Alexei Navalny. ¿Qué opinión te merece esa estrategia en general y Navalny en particular?
MB: Es una herramienta que funciona en las grandes ciudades. La estrategia consiste básicamente en votar por el candidato de la oposición que tiene más chances de derrotar a Rusia Unida. Convocan a los votantes a apoyar a un candidato independientemente de su ideología y de sus posiciones. Tengo diferencias ideológicas enormes con Navalny, pues mi lugar es la izquierda radical. Navalny viene de la derecha, aunque durante los últimos años giró un poco a la izquierda y es importante porque tiene mucha influencia mediática.
El hecho de que sus partidarios empezaran a trabajar temas sociales como el salario mínimo y a elogiar a los sindicatos tuvo un efecto positivo. Pero eso no quita que nuestras posiciones son distintas y el círculo de Navalny está a su derecha en términos políticos. Eso quedó claro cuando lo detuvieron. Está en la cárcel por su actividad política y por eso yo me opongo y pienso que debería quedar en libertad. En cuanto a las diferencias ideológicas, tenemos que debatirlas frontal y sinceramente.
IB: ¿Cómo sigue todo después de las elecciones? ¿Cuáles son tus planes a nivel personal y cuál es la estrategia de la izquierda rusa?
ML: Ahora estamos concentrados en sostener el equipo que logramos construir, que es muy grande. Por supuesto, las cosas se ponen difíciles de aquí en adelante, pero creemos que existen condiciones para mantenernos en movimiento. Quienes participaron de la campaña están contentos: fue una victoria y todo el mundo la percibe así. Logramos hacer algo que parecía posible solo en teoría y eso significa que podemos lograr muchas cosas. Por supuesto, contábamos con los recursos de la Duma estatal, queríamos seguir haciendo campaña y cohesionar al colectivo en función de eso. Pero no fue posible a causa del fraude.
IB: ¿Veremos otra candidatura tuya en el futuro?
ML: Hay gente en el equipo que quiere probarse en las elecciones locales. Yo soy un poco más cauto porque creo podría ser una pérdida de energía. Si llegamos a ganar elecciones municipales en muchos distritos, tendríamos que pensar cómo consolidar nuestra fuerza. En cambio, me interesa más buscar formas de canalizar nuestra energía para aportar al desarrollo del movimiento sindical y promover la autoorganización en las universidades. Las elecciones son importantes, pero creo que no deberíamos concentrar toda nuestra energía en ese nivel. Después de todo, yo mismo aproveché las últimas elecciones como un medio y una oportunidad para difundir mis ideas.