Traducido por Sin Permiso
Hace un año, comencé mi artículo sobre las previsiones para 2020 haciendo una distinción entre predicciones y previsiones. Argumenté que podemos hacer predicciones que puedan ser probadas, digamos sobre el clima y el calentamiento global. Los científicos del clima predicen que si las emisiones de carbono siguen creciendo, las temperaturas globales seguirán aumentando y eventualmente causarán cambios perjudiciales en el clima de la tierra (y está sucediendo). De hecho, los virólogos han estado prediciendo durante algún tiempo que habría una ola de pandemias de nuevos patógenos que afectarían a los humanos.
Del mismo modo, en las ciencias sociales, podemos hacer predicciones, aunque con más dificultad. En la teoría económica marxista podemos hacer predicciones a partir de la ley de acumulación del capital de Marx y de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. La primera ley sostiene que la composición orgánica del capital aumentará con el tiempo (y lo hace en las economías capitalistas); y la segunda ley predice que la tasa promedio de ganancia sobre el stock de capital invertido por los capitalistas caerá con el tiempo (y lo hace).
Pero eso no es lo mismo que hacer previsiones sobre lo que sucederá, digamos, durante el próximo año. La previsión del tiempo es impredecible; aunque la previsión de tres días es bastante buena. En economía, prever si el crecimiento real del PIB, el empleo, los ingresos y la inversión de una economía aumentarán o disminuirán y cuanto un año antes es menos confiable.
Sin embargo, cada año intento hacer previsiones sobre las principales economías. El año pasado, preví tentativamente que las principales economías capitalistas tendían a una nueva caída en la producción y la inversión por primera vez desde el final de la Gran Recesión. El período comprendido entre mediados de 2009 y finales de 2019 fue el período de expansión más largo de las economías capitalistas avanzadas desde 1945 (aunque varias de las llamadas ‘economías emergentes’ grandes como México, Argentina, Brasil y Rusia ya estaban en recesión y también lo estaba Japón). Pero también fue la expansión más débil de la posguerra, con un crecimiento promedio del PIB real no superior al 2% anual, la inversión estancada y las ganancias comenzando a caer. Ese fue mi argumento para prever una inminente recesión en 2020.
Por supuesto, podíamos predecir que se avecinaba una pandemia, pero no prever cuándo y dónde surgiría el COVID-19. La pandemia de COVID eliminó todas las previsiones anteriores. Ahora, cuando miramos hacia atrás en 2020, la economía capitalista mundial ha registrado la depresión más grande y más amplia de su historia, cerca del 95% de las economías sufre una contracción en la producción nacional, la inversión, el empleo y el comercio.
Muy pocos países han evitado la recesión en 2020: China, Vietnam, Taiwán, y eso es todo.
De alguna manera, como resultado, es mas fácil haver una previsión económica para 2021. La mayoría de los países se recuperarán este año. El PIB real crecerá, las tasas de desempleo comenzarán a disminuir y el gasto de los consumidores se recuperará. Eso es en parte solo estadísticas. Si una economía cae un 10% de, digamos, 100 a 90 en un año, y luego se recupera a 95 el siguiente año, supone un aumento del 5,5%. Pero, por supuesto, la economía todavía está un 5% por debajo del nivel de 100 anterior a la recesión. Además, si la economía no hubiera entrado en recesión, podría haber aumentado, digamos, otro 2-3% en un año, por lo que incluso después de la recuperación, esa economía podría estar un 6-7% por debajo de la tendencia.
Y eso es lo que va a suceder en la mayoría de las economías en 2021. Con la distribución (gradual) de las vacunas, para el verano un gran número de personas estarán ‘protegidas’ del virus (¿en todas sus variantes?), aunque los países del ‘sur global’ no tiene los recursos financieros y logísticos para vacunar a sus poblaciones que tendrían que esperar ¡hasta 2024! Sin embargo, las economías del G7 deberían recuperarse sustancialmente a mediados de año, al menos según las estadísticas.
Pero no será una recuperación en forma de V, con un retorno a los niveles anteriores de producción, empleo e inversión nacionales. Como acabo de argumentar, para fines de 2021 la mayoría de las principales economías (excepto China) todavía tendrán niveles de producción, etc., por debajo de los de principios de 2020. De hecho, la mayoría de los pronósticos de instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la OCDE (como he señalado en publicaciones anteriores) no espera que las principales economías vuelvan a los niveles previos al COVID antes de fines de 2022 y muchas nunca recuperarán la tendencia de crecimiento anterior (que ya era débil). Por eso creo que la forma de esta ‘recuperación’ global será más parecida a la de una raíz cuadrada inversa, porque la nueva tendencia de crecimiento de la producción, la inversión y la rentabilidad se mantendrá por debajo de la tasa de crecimiento de la tendencia anterior.
¿Por qué? Hay tres razones importantes. Primera, han quedado «cicatrices permanentes» en la mayoría de las economías capitalistas. Tras los cierres de 2020, muchas empresas, especialmente las más pequeñas del sector de servicios, no volverán a abrir y sus puestos de trabajos desaparecerán. Además, es posible que muchos trabajadores que han pasado por un expediente de regulación de empleo (ERTE) o han sido despedidos no recuperen sus puestos de trabajo, ya que las empresas buscan reducir plantilla y no volver a emplear a trabajadores mayores y más caros.
En segundo lugar, está el aumento de la deuda de las empresas. Esto afectará la capacidad de muchas empresas (y no solo de las pequeñas) para reanudar la inversión. En artículos anteriores he hablado sobre el aumento de las ‘empresas zombis’ en las principales economías. Con las tasas de interés reducidas al nivel y por debajo de la inflación, las enormes inyecciones de dinero crediticio por parte de los principales bancos centrales, y los programas de crédito garantizados por el gobierno, las empresas han aumentado drásticamente sus niveles de deuda durante los cierres por la pandemia de COVID. Las grandes empresas han acaparado el dinero respaldado por el gobierno o lo han invertido en recomprar sus propias acciones o activos financieros. Como resultado, los mercados de valores de muchos países se han disparado a máximos históricos. Sin embargo, muchas empresas más pequeñas han tenido que recurrir a préstamos adicionales para sobrevivir. Los costes del servicio de su deuda se han desplomado, pero el monto de la deuda se ha disparado.
De hecho, existe un riesgo real de que se produzca una tercera ola en la crisis pandémica. La caída comenzó con lo que podríamos llamar un ‘shock de oferta’, ya que las empresas cerraron, los viajes se detuvieron, la gente se quedó en casa y las industrias del sector de servicios se paralizaron. Luego se convirtió en un «shock de demanda» al caer en picado el gasto en servicios, ocio, viajes y otros productos «innecesarios». Los ingresos de los trabajadores profesionales y de oficina mejor pagados que podían trabajar desde casa se mantuvieron altos, mientras que los trabajadores no cualificados y con salarios más bajos que tenían que salir a trabajar vieron desaparecer sus puestos de trabajo. Hasta el 40 por ciento de las personas en los estratos de ingresos más altos de las principales economías pudieron trabajar desde casa durante la pandemia, más del doble de la proporción que entre las personas con ingresos más bajos. Los primeros no gastaron, por lo que las tasas de ahorro se dispararon.
Ahora bien, si hay un número significativo de empresas que quiebran (y las quiebras están aumentando), entonces podría haber una tercera etapa de la crisis en 2021: una crisis crediticia y una crisis financiera . Estos temores han sido expresados por la economista jefe del Banco Mundial, Carmen Reinhart, sobre los incumplimientos de deuda en los mercados emergentes (ya hemos tenido algunos); Reinhart advirtió que el sur global se enfrenta a «una ola sin precedentes de crisis de deuda y reestructuraciones» . Según Reinhart: » en términos de cobertura, de qué países se verán envueltos, estamos en niveles que ni siquiera se habían visto en la década de 1930″.
Y el llamado Grupo de los Treinta banqueros emitió recientemente un informe que advierte del peligro de esa crisis e insta a tomar medidas inmediatas para evitarla: «si bien la falta de liquidez ha caracterizado la crisis económica de Covid-19 hasta ahora, la insolvencia puede afectar a muchas empresas a medida que continúa la presión económica de la pandemia». Incluso el crédito barato no es suficiente para que las empresas «zombis» se recuperen. Las empresas zombis tienen acumulada obligaciones de deuda por valor, sin precedentes, de 2 billones de dólares.
Y eso lleva a la tercera razón por la que no cabe esperar una recuperación en forma de V que vuelva a situar al capitalismo global en un crecimiento sostenido. La rentabilidad media del capital en las principales economías se encuentra en los mínimos de posguerra, agravada por la caída de la pandemia.
A menos que la recesión ‘destruya’ suficientemente ‘madera muerta’ en el sector capitalista y luego permita que los fuertes reemplacen a los débiles y aumente la rentabilidad de los supervivientes, las principales economías capitalistas pueden permanecer encerradas en lo que se ha llamado un ‘estancamiento secular’ por los economistas keynesianos o una «larga depresión» por mí y otros economistas marxistas.
Sigue habiendo algunas opiniones optimistas sobre 2021 entre los economistas convencionales, como las hubo al comienzo de la pandemia en marzo pasado. Permítanme recordarles lo que dijeron algunos keynesianos prominentes entonces. Larry Summers, ex-secretario del Tesoro de Clinton, calculó que la caída por el cierre fue la misma que la de los negocios en los lugares turísticos de verano que cierran durante el invierno. Tan pronto como llega el verano, dijo, todos abren y están listos para comenzar como antes. La pandemia es, por tanto, una cuestión estacional. De manera similar, el gurú keynesiano Paul Krugman cree que la recesión pandémica no fue una crisis económica, sino “una situación de emergencia”. Por lo tanto, el gasto público financiado con préstamos pronto pondrá de nuevo a la economía en pie. Y Robert Reich, el ex-secretario de Trabajo supuestamente izquierdista, nuevamente bajo Clinton, también reconoció que la crisis no era económica, sino una crisis sanitaria y que tan pronto como se contuviera el problema sanitario (¡pensó que el verano pasado!), la economía se relanzaría.
El Financial Times se ha sumado con su mensaje de esperanza y recuperación de Año Nuevo. Su columnista de economía, Martin Sandbu, sostiene que 2021 traerá un auge masivo del consumo a medida que se libere la demanda reprimida, respaldada por el alto ahorro acumulado en 2020, que ahora se gastará. Sandbu compara 2021 con el comienzo de una década de auge similar a los ‘locos años veinte’ del siglo pasado. El problema con este pronóstico es que: en primer lugar, para muchos países, la década de 1920 no fue tan espectacular. El Reino Unido sufrió una larga depresión en el crecimiento, la inversión y el empleo en esa década, mientras que Europa y Japón se encontraban en una situación desesperada, y se creó el clima para el surgimiento del militarismo y el fascismo.
Y en segundo lugar, aunque hubo un auge en la economía estadounidense en la década de 1920 después del fin de la epidemia de gripe española, no benefició a la mayoría de los trabajadores. El crecimiento económico se aceleró durante algunos años y el mercado de valores se disparó a nuevos máximos (como ahora), impulsado por el crédito barato. Pero si bien los salarios reales aumentaron durante un tiempo, en aproximadamente un 5-8% en seis años (lo que no es mucho), los aumentos de las ganancias fueron mucho mayores ya que el crecimiento de la productividad superó el crecimiento de los salarios de los trabajadores. La desigualdad aumentó drásticamente.
Y, por supuesto, todo terminó en lágrimas, con la Gran Caída del mercado de valores de 1929-30 y la consiguiente Gran Depresión de la década de 1930. Sandbu, sin embargo, nos insta a tener esperanza. “Hace un siglo, la década terminó mal. Podemos hacerlo mejor esta vez, no poniendo cortapisas a la recuperación hedonista, sino haciéndola inclusiva. Cuando finalmente sea el momento de celebrar, que todos vengan a la fiesta «.
El FT concluye que «si hay una razón sobre todo para la esperanza en el futuro es que el año pasado ha demostrado, con firmeza, nuestra capacidad de adaptación». ¿De verdad? ¿Se ha adaptado o cambiado el capitalismo? Los tremendos esfuerzos de los científicos y trabajadores sanitarios en todo el mundo han reducido las muertes y enfermedades de los infectados por COVID-19 y las vacunas se han producido en un tiempo récord. Pero la economía capitalista no ha cambiado.
Las grandes empresas farmacéuticas están dispuestas a obtener enormes beneficios de las ventas de vacunas; las compañías de combustibles fósiles continúan expandiendo sus exploraciones y producción. Las empresas de todo el mundo buscan reducir los puestos de trabajo y las condiciones de los trabajadores. Y los gobiernos están hablando de tener que apretarse el cinturón en el gasto y aumentar los impuestos una vez que la pandemia disminuya para pagar el enorme gasto fiscal y monetario del último año. Se está reanudando el calentamiento global, la desigualdad de riqueza e ingresos no ha cambiado y la pobreza en el sur global está empeorando, mientras que los mercados de valores se disparan. Esa es la perspectiva para 2021.